Álvaro Lotero Velásquez

El 20 de octubre de 2025, rodeado por el afecto de los suyos, partió a la eternidad el destacado pintor Envigadeño.

Exequias Solemnes celebradas el 22 de octubre a las 11:00 a.m. en la Parroquia El Portal de Jesús, Carrera 46A Nº 32 C-Sur-15, Envigado.

Grupo con violín, órgano y violonchelo.

Altar Mayor de El Portal de Jesús durante la Solemne Misa Exequial.


El maestro Pedro Vicente Rojas, amigo de Álvaro, se hizo presente frente al órgano e interpretó el Ave María de Franz Schubert y Los Ejes de mi carreta de Atahualpa Yupanqui.

Sentido homenaje a la vida y obra de Álvaro fue rendido en sus exequias mediante la intervención de líderes intelectuales quienes elogiaron, además, el amor y dedicación que le brindó, su esposa y compañera de todas las horas, Rocío Jaramillo Vélez. La Administración Municipal de Envigado dictó Resolución de Honores que fue presentada por un funcionario de la Secretaría de Cultura de la Ciudad Señorial de Colombia. Josué Álvarez Jaramillo, su ahijado y sobrino, llevó la vocería familiar, hizo énfasis en las aptitudes, la bondad y la generosidad de su pariente.


Josué Álvarez Jaramillo
Palabras de despedida para mi tío Álvaro — Pape

Hoy nos reunimos con el corazón encogido, tratando de entender que nuestro querido Pape ya no está físicamente con nosotros… aunque en el fondo sabemos que nunca se va del todo, porque hay seres tan llenos de amor, tan llenos de luz, que la muerte no puede llevárselos.

Hablar de él es hablar de alegría, de nobleza, de esa forma tan suya de hacer sentir bien a todos los que lo rodeaban.

Pape tenía un don especial, el don de la sencillez, de la bondad genuina, de esa sonrisa que desarmaba cualquier tristeza. Era ese tipo de persona que con una palabra, con un chiste, con una mirada cómplice, lograba iluminar hasta los días más grises.

Amó con el alma.
Amó a su Tata, a su Dani, a toda su familia, y a la vida misma. Y ese amor se le notaba… en sus gestos, en su entrega, en la forma en que siempre estaba ahí, disponible, servicial, dispuesto a ayudar sin esperar nada a cambio.

Pape era un artista, sí… pero más allá del pincel, era un artista de la vida.
Cada cuadro suyo no solo tiene color y forma: tiene alma.
En cada trazo dejó pedacitos de su corazón, de su mirada limpia y sensible, de esa manera tan bonita de encontrar belleza en lo cotidiano.

Era el tío querido, el cómplice de nosotros sus sobrinos, el que siempre tenía una ocurrencia, una solución, una herramienta mágica para arreglar cualquier cosa. Pero más allá de eso, tenía el poder de arreglar corazones, de curar con su risa, de aliviar con su presencia.

Durante su enfermedad, Pape nos dio una de las lecciones más grandes que un ser humano puede dar: la del valor, la fe y la aceptación.
Nunca perdió la esperanza, nunca dejó de confiar en Dios. Vivió cada día con serenidad, con esa paz interior que solo tienen los que saben que su alma está en las manos del Creador.
Y aunque su cuerpo se fue apagando, su espíritu se hacía cada vez más fuerte, más luminoso, más eterno.

Hoy lo despedimos con lágrimas, sí… pero también con gratitud profunda.
Porque haber tenido a Pape en nuestras vidas fue un privilegio, un regalo de Dios.
Nos deja un legado de amor, de alegría, de familia, de fe.

Y aunque duele aceptar su partida, quiero creer que hoy el cielo está más alegre, que allá arriba alguien está contando chistes, pintando nubes y abrazando con ternura.
Porque si algo sabemos todos los que lo amamos, es que Pape no se fue: solo cambió de forma.
Ahora es luz. Es brisa. Es ese recuerdo que nos hace sonreír entre lágrimas.

Gracias, Pape, por tanto.
Por tus enseñanzas, por tu amor, por tu ejemplo.
Gracias por habernos mostrado que la vida, incluso con sus pruebas, siempre vale la pena si se vive con fe y con corazón.

Te vamos a extrañar todos los días… pero también te vamos a celebrar.
Porque tu vida fue eso: una gran celebración del amor, de la familia, y de Dios.

Descansa en paz, mi querido Pape.
Nos dejas con el alma llena… y el corazón eternamente agradecido.